Luz, esquirlas tengo dentro.
He gastado el equinoccio en verte.
Tengo los pies cansados
Y aun así me perdono.
El timón a sotavento,
El timón que me conduce toda la semana,
Me permito laurearte,
Pero hoy solo un poco,
Luz en mi interior,
Tengo dentro dos esclavos
Dos tragedias
Y tu olor embriagante
De carnes tiernas
Y piernas pálidas.
Una oscura simetría.
Sin dinero que estoy
Sin conversación coherente
Con tu cuerpo de por medio,
Con tu hambre magnificada eras mía.
Con mi rigor mortis,
Esa montaña de silencio.
No pude esperarte más,
Al menos hoy,
Pretérito.
Obtuso delineante de tus curvas.
Pérfido.
Risa tierna de negros ojos.
Y tu sombra, y tus labios
Y su sombra.
Me alejo de ellos.
He perdido prácticamente el escroto de buscarte.
De acariciar tu carnicería
Y tu sangrante ánimo.
Yo no muerdo
Y estaría encantado de ser mordido.
Yo no muerdo.
Tampoco he perdido la capacidad de odiarte:
Por escupirte a tiempo de no herirme más,
Por levantarme con náuseas de no tenerte,
Para evitar sentirme así de solo.
Me agarro a un vaso que inspira,
Me inspira tu vaso y tu labio y esa mueca que tuerce tu
gesto
Con alegría
Y siniestro
Me sigo sumergiendo en tu sonrisa,
En tu veneno.
Buceo en el fango de mercurio,
En el sol del destierro,
En la luna me encierro, perdido
Bragueta abierta, boca estúpida,
Frío.
He salido a buscar la soledad que encuentro
Al abrir la nevera.
El azul del mar de tus ojos de ánimo inquieto, de búho
paseante.
Me persigue a todas horas.
Estoy logrando fingir.
Estoy a mi manera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario