humo
curvo durante el trasiego
gentes
abrigadas con naftalina
con
algodón desfigurado,
humo al
salir de las escaleras del metro,
humo en
la mañana sucia,
garÇon,
un journal.
un café
libre de palomas,
escarceo
breve con el viento.
la inmediata
respuesta, un beso de aire
creo
hundirme en el cuello del jersey
y a la
vez siento al aire despertar mis ojos
al frío
descoser mi cara
no me
importaría estar en parís
y que
las parisinas fundiesen mi ánimo en sus calzas,
en su
medias,
en sus articulaciones
tatuadas,
con
largos pitillos triturados en el cenicero.
creo
empaparme del húmedo viento que traen tus párpados.
creo
enviudar de nostalgia,
de dura
nostalgia y de crepes y otras sobras calientes.
atravieso
una avenida sin importarme
la dirección
que los hombres tomen,
uno me
agarra del brazo y me invita a un lugar
mejor.
por la
larga avenida incendiada
todos
corren en mi contra.
el
fuego recubre las cabezas y las copas de los árboles,
iluminando
la oscura ciudad,
los
deseos y los enjambres,
arrasándolos.
os
espero aquí, de frente al viento que trae el humo,
humo
negro de mi salvación,
el
ganges de este parís que yo vivo.
su
aliento y música,
su viva
algarabía de flashes y neones.
en qué
lugar de la invalidez puedes reconocerme aún?
maldita
ciudad desesperanzada como un niño de somalia.
el
alcohol de ébano en tus garitos
las
pecas y la blanca piel bebiendo
el
fuego ha consumido todo menos
las
sábanas de lino del hotel.
camina
lenta la hormiga francesa,
le
falta, erguida aún, un sombrero de dignidad para la muerte
que
asfixia las calles,
un
acordeón que limpie de excrementos
el
sonido de los coches,
un
caballo que cocee los intestinos degaullistas.
pero
allí, en su barrio de libros de segunda
mano,
camina
erguida, con el mundo medido por sus antenas
en la
cabeza, en ese rincón eterno que alumbra al mito.
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