miércoles, 2 de abril de 2014

humo curvo durante el trasiego
gentes abrigadas con naftalina
con algodón desfigurado,
humo al salir de las escaleras del metro,
humo en la mañana sucia,
garÇon, un journal.
un café libre de palomas,
escarceo breve con el viento.
la inmediata respuesta, un beso de aire
creo hundirme en el cuello del jersey
y a la vez siento al aire despertar mis ojos
al frío descoser mi cara
no me importaría estar en parís
y que las parisinas fundiesen mi ánimo en sus calzas,
en su medias,
en sus articulaciones tatuadas,
con largos pitillos triturados en el cenicero.
creo empaparme del húmedo viento que traen tus párpados.
creo enviudar de nostalgia,
de dura nostalgia y de crepes y otras sobras calientes.
atravieso una avenida sin importarme
la dirección que los hombres tomen,
uno me agarra del brazo y me invita a un  lugar mejor.
por la larga avenida incendiada
todos corren en mi contra.
el fuego recubre las cabezas y las copas de los árboles,
iluminando la oscura ciudad,
los deseos y los enjambres,
arrasándolos.
os espero aquí, de frente al viento que trae el humo,
humo negro de mi salvación,
el ganges de este parís que yo vivo.
su aliento y música,
su viva algarabía de flashes y neones.
en qué lugar de la invalidez puedes reconocerme aún?
maldita ciudad desesperanzada como un niño de somalia.
el alcohol de ébano en tus garitos
las pecas y la blanca piel bebiendo
el fuego ha consumido todo menos
las sábanas de lino del hotel.
camina lenta la hormiga francesa,
le falta, erguida aún, un sombrero de dignidad para la muerte
que asfixia las calles,
un acordeón que limpie de excrementos
el sonido de los coches,
un caballo que cocee los intestinos degaullistas.
pero allí, en su barrio  de libros de segunda mano,
camina erguida, con el mundo medido por sus antenas
en la cabeza, en ese rincón eterno que alumbra al mito.

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